Ella entró a la casa que solía ser suya. Una oleada de recuerdos la invadió, haciéndola querer devolverse y huir. Pero era ya la segunda vez que trataba de entrar en la casa, y esta vez, lo haría.
No pudo evitar las lágrimas que recorrieron sus mejillas con cada paso que daba, pero tampoco trató de evitarlas. Era natural que pasara. Su paso era lento, pero decidido.
La casa olía a moho, a viejo, a sucio. Agradeció no temerle a las arañas. Lo primero que hizo al subir, fue entrar a lo que una vez fue su habitación. Los recuerdos de las noches de chicas, los recuerdos de sus amigos y ella escuchando música, los recuerdos de los besos al escondido con los cinco chicos con los que había salido...los recuerdos de su juventud llegaron a ella. No pudo hacer más que dejarse caer al suelo, y llorar. Todo lo que había tenido se le antojó mejor que cualquier cosa que tenía en este momento.
Recordó cuando su primer novio le terminó, recordó cuando en esa habitación había ella presenciado la pelea más violenta de su casa, sin ella estar involucrada, recordó cuando su hermana....Todos los malos recuerdos vividos en la habitación le llegaron, pero aún así, quiso volver al pasado.
Se paró y débilmente se adentró más al cuarto. Cerró la puerta, casi que por costumbre. Suspiró con tristeza mientras de su bolso sacaba un pañuelo. Recorrió la estancia con la mirada, antes se le había antojado tan familiar, pero ahora se preguntaba si esa habitación había sido la suya. Se le antojaba tan diferente.
La puerta cerrada había dejado a la vista unas fotografías. Ella y un montón de desconocidos, que seguramente habían sido sus amigos.
Ella y la chica de cabellos lagos, ella y el chico moreno, ella y la chica con pecas, ella y la chica de ojos azules, ella y un chico de cabellos ondulados, ella y el chico de cabeza grande, ella y el chico musculoso, ella y la chica alta, ella y la chica de lengua corta, ella y el chico de corta estatura....
Segundos después se vio lanzando las fotografías al suelo, y contemplando en sus manos un dibujo. El papel estaba ya amarillento, pero se veía una zapatilla de Ballet y en una letra elegante un "Con Amor, para mi mejor amiga". Lo dobló, lo metió en su bolso y se alejó de la puerta.
Abrió un cajón donde encontró libros. Se acordó de leerlos todos, todos menos uno. Se acordó de como había llegado a sus manos, y recordó haberlo empezado. Pero nunca lo había terminado, así que lo tomó en sus manos, dispuesta a retomar la lectura.
Suspiró nuevamente, estaba descubriendo su pasado. La cajita de música cayó al suelo cuando ella removió una manta llena de polvo con brusquedad. La canción de "El cascanueces" sonó por unos instantes antes de que ella recogiera la cajita. La contempló con dulzura, la delicada bailarina había perdido su vestido rosa, y ahora el vestido rosa era sustituido por un color casi blanco. La cara de la bailarina era ahora café, por el mugre.
Fue suficiente con poner a sonar la canción nuevamente para que ella recordara a su padre en el momento en que le regaló la cajita. Y evidentemente, volvieron las lágrimas. Con la mano removió el polvo, y dejó la cajita en un espacio limpio.
Y así pasaron horas en las que ella no hizo más que recordar su pasado, añorarlo. Salió de su habitación con nostalgia, para entrar en la de su hermana.
Entró a la habitación que había sido de sus padres cuando el reloj de su teléfono indicaba las 3:10 de la mañana. Estaba cansada y llorar le había hecho dar más sueño. Se acostó en la cama repleta de polvo, en el espacio donde había dormido su madre. Estornudó, pero ahí se quedó, recordando a tan maravilloso ser.
Con los rayos del sol, ella se despertó al día siguiente. Estaba en la cama que había sido de sus padres, con una almohada que aún olía a su madre. ¿qué más podía desear?
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