No era precisamente las ganas de hacerlo. Era más que eso. Era la impotencia que ella sabría que tendría al no hacerlo. No era que lo hiciera porque sabía que era lo correcto. Era más que eso. Era el miedo que le daba las concecuencias que tendría si fuera lo incorrecto. No era que lo quisiera. Era algo más que eso. Era que sabía cuantas lo deseaban, era que no lo quería dar.
No era que eso le gustara, era más que eso. Era que sabía cuanto estaba por medio.
No era una situación de escogencias. Ella no saldría beneficiada de ningún modo.
Ella.
Ella indecisa, ella dudosa, ella insegura.
Ella que no quería hacer nada. Ella que se quería sentar a ver el tiempo pasar, el reloj moverse. Ella que quería pensar que no tenía nada por qué preocuparse.
Ella, la muy equivocada.
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